Pequeñas acciones, Grandes cambios <span>– Adriana Desiree Vega</span>
Publicado el 01/17/2022
Pequeñas acciones, Grandes cambios – Adriana Desiree Vega
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Por Laura NatarénNos encontramos en un momento crucial en la historia de la humanidad, un momento efímero en el que se tomarán decisiones que perdurarán por el resto de nuestra historia, vitales para la supervivencia del planeta como lo conocemos y de nosotros con él. No resulta extraño que términos y conceptos sofisticados como conciencia ambiental, 3R´s, opciones ecofriendly,sean de tan popular arraigo estos días, pues el sentido de urgencia ante la crisis ambiental que venimos arrastrando por décadas no ha hecho sino aumentar, dando paso a una Revolución Ambiental que nos llama a cambiar nuestra manera de pensar y de actuar.
A mí, este sentido de urgencia me agarró desde muy pequeña; recuerdo que en un punto en mi breve y añorada infancia me di cuenta de que los árboles y animales que tanto adoraba contemplar estaban en peligro, y amenazados con desaparecer. En ese momento, supe que tenía que hacer algo, que, si la manera en que yo vivía mi vida podía ayudarlos, entonces tenía que vivir de la mejor manera posible, e impulsar a otros a hacer lo mismo. Fue entonces que, alrededor de mis 10 años, fundé un pequeño club ambientalista con mis dos hermanos menores y un par de amigos del barrio.
Propio de la sencillez y franqueza de todo niño, el nombre era bastante directo: Club Salvemos al Mundo. Todavía recuerdo esa misma sencillez en las actividades con las que pretendíamos alcanzar tan ambicioso objetivo: plantando una que otra semilla, usando menos agua, apagando la luz cuando no la necesitáramos, no tirando basura en la calle, etc. Sin darme cuenta, en mi inocencia de niña, yo estaba poniendo en práctica un nivel de conciencia ambiental que muchos adultos aún desconocen, y estaba haciendo activismo impulsando a otros a hacer lo mismo. Puede que no hayamos salvado al planeta, pero la lección y el mensaje que llevó hasta el día de hoy, fruto de ese pequeño club, es uno que creo que todo el mundo debería conocer: los grandes cambios, empiezan por pequeñas acciones.
Puede que no nos sintamos con el poder y la influencia necesaria para lograr un cambio significativo, pero la verdad es que somos dueños de una gran empresa sobre la cual tenemos completa autoridad e influencia: nuestra vida; somos dueños y administradores de ella, y somos responsables de las consecuencias que de ella emanan sobre otros, sobre nosotros mismos, y sobre el planeta que habitamos. Al final, la salud del planeta está condicionada por cómo cada uno de sus habitantes viven y se hacen cargo de sus responsabilidades para con él, y siendo habitantes del planeta y dueños de la vida que llevamos en él, no es sino justo hacernos cargo de la parte que nos corresponde. Y es cuando adquirimos ese sentido de responsabilidad cuando vemos los grandes cambios nacer en nuestras vidas, y que se pueden extender a nuestras familias y a nuestras comunidades, impulsando a otros a hacer lo mismo.
¡Qué bueno sería que todos fuéramos parte de esa gran cadena! Y más aún, bueno sería que ante los problemas que nos afectan a todos, pudiéramos accionar con soluciones en comunidad. Esa es mi propuesta, que seamos todos cómplices en esta misión tan importante de salvar a nuestro pequeño y único planeta. ¿Pero por dónde empezar? Hay tantos problemas que la lista se hace larga, pero no pretendo volver estas páginas un testamento gigante sobre ellos. Más bien, quisiera hablar de un problema que nos afecta a todos, y cuya solución puede ser abordada tanto individual como colectivamente, aportando beneficios en todos los posibles aspectos.
Se trata del manejo de los desechos orgánicos.
¿Sabías que arrojar los desechos que salen de tu cocina al contenedor de basura, se traduce en contaminación? Este típico mal manejo de los residuos orgánicos de nuestros hogares termina contaminando con olores fétidos el aire que respiramos, además de las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global; también produce lixiviados que penetran en nuestros acuíferos, contaminando nuestras aguas y nuestro suelo. Y todo ello, sin mencionar las grandes hectáreas de terreno utilizadas como vertederos de basura, lugares deprimentes y deplorables donde muchas personas en situación de miseria recogen residuos vendibles a modo de subsistencia, caminando por sobre nuestros desechos podridos para poder hacerlo.
Es increíble todo el daño que causamos con una práctica tan común, y es que hemos hecho de la basura algo normal, cuando, en realidad, no hay cosa más anormal que esta, pues en la naturaleza no hay lugar para ella, en la naturaleza todo es un ciclo, todo funciona para que todo sea útil y nada sea desechado, pero nosotros hemos interrumpido este ciclo con nuestros malos hábitos que hemos vuelto norma.
Sin embargo, la solución es algo sencilla, algo tan fácil de hacer que parece broma. Basta con tomar todos esos desechos orgánicos salidos de tu cocina, colocarlos en un balde o una cubeta, mezclarlos con algunas hojas, aserrín o tierra, y en algunos meses la naturaleza habrá hecho el resto, resultando tu barril de conchas y pellejos podridos, en un barril de abono fresco y nutritivo. A esta sencilla práctica se le conoce como compostaje,otro término sofisticado para nombrar algo tan sencillamente noble: devolver la materia orgánica a un ciclo natural del que nunca debió haber salido.
Esto es algo que muy sencillamente te puedes comprometer a hacer en tu casa con tu familia, y si acaso no pudieras, bien podemos unirnos a proyectos que pueden hacerlo por nosotros, como “Hagamos Composta Juntos”, un proyecto emprendido por otros jóvenes con esas ganas de cambiar el mundo que ha llegado a nuestra amada Honduras.
¿Pero y si fuéramos más allá? ¿Y si pudiéramos convertir el compostaje en un proyecto comunitario? ¿Y si nos organizáramos en nuestras pequeñas comunidades para recolectar nuestros desechos en un área verde común y compostarlos, generando un recurso en nuestra comunidad? Producción de abono orgánico, utilizable, vendible, que puede generar recursos y empleo en nuestra comunidad. Los beneficios ambientales son innumerables e importantísimos, los económicos y sociales son otro regalo añadido al pie del árbol. Es un proyecto que generaría un impacto ambiental positivo tanto a corto como a largo plazo, protegiendo la calidad de nuestro aire, suelo y agua, y conservando nuestras áreas verdes dándoles un uso íntegro; además, generaría recursos económicos y oportunidades de empleo en la comunidad, y potenciaría la cohesión social, la dignidad de los más pobres que recolectan y recogen basura, la conciencia ambiental y el emprendimiento sostenible. Un proyecto con impacto en todas las áreas de desarrollo humano posibles, nacido del cuidado y respeto por el planeta ¿Se puede pedir algo más?
Este es sin duda un proyecto que quiero emprender, que amaría que todos en nuestras comunidades emprendiéramos, y que de aquí a algunos años podríamos ver los resultados de estas iniciativas. Te dejo estas ideas en tus manos, y puedes usarlas como mejor te parezca. Puedes empezar hoy con tu composta familiar, y quizá mañana seas otro líder en este país impulsando el compostaje en comunidad. El cambio es posible para quién decide empezar, y aún si tus primeros pasos son pequeños, pronto han de convertirse en sólidas huellas en la tierra, que guíen a otros a seguir tu ejemplo y que los una para emprender este y tantos otros proyectos juntos.
El cambio lo necesitamos desde ayer, la urgencia nos hace un llamado a todos hoy, y el mañana será el resultado de tu vida y de la mía, y de cómo cambiamos en respuesta a ese llamado. De nuestra respuesta dependerá nuestra herencia para el mundo, y para otros pequeños que soñarán, así como yo soñé y siempre soñaré, con un mundo mejor.
Y tú, ¿Atenderás el llamado?
A menos que alguien como tú se interese de verdad, nada va a cambiar jamás
-Dr Seuss